Hace apenas un mes he cerrado un ciclo de trabajo más, he dado una despedida a niños y padres con los que he trabajado en esta etapa, algunos por casi 3 años. Este digamos que es uno de los momentos en que la vida te enseña que no siempre lo bueno es feliz. Porque hay momentos donde sientes gran mezcla de regocijo y de tristeza que hasta confunde en ocasiones.
Al llegar el dia en que tenemos que dar una despedida a nuestros alumnos se siente nostalgia pero a la vez la satisfacción de saber que les esperan nuevas etapas y que has podido contribuir a su formación.
Pero esos momentos a pesar de. . . son los que más reconfortan y te traen a la mente y a la memoria tus comienzos y sobre todo te sirven para darte cuenta de si fue acertada la profesión que escogiste o no.
Desde niña mis primeros juegos de roles, los que recuerdo, y los que me contaba mi madre, fueron de ser maestra. Tenía una pequeña aula en mi cuarto, con pizarra, sillitas y mi escritorio como toda una verdadera maestra.
Confieso que era una maestra diferente a lo que soy, porque recuerdo que gritaba mucho, que con mis manos hacía sonar el pequeño pizarrón que tenía y pedía silencio. Yo imitaba a aquellas maestras que tuve que hacían callar a sus alumnos alzando mucho más su voz. Que curioso, como los niños son el reflejo de lo que ven.
Aunque me distancio mucho de los gritos y de la disciplina férrea de algunas de las maestras que tuve en mi infancia. . . sí me inspiré también en la abnegación de otras muchas, que aun sin recursos y condiciones siempre dieron a sus alumnos lo mejor. Tuve muchas maestras, afortunadamente, a las que hoy recuerdo con gran cariño y respeto a las que ahora me doy cuenta que las veía tan grandes y es porque realmente lo eran.
Siempre quise ser maestra, y aunque tuve a muchos que me pidieron que desistiera de eso, que me dijeron que no era una profesión bien pagada, que era dejada muchas veces al olvido, yo siempre supe que era eso lo que quería ser.
Incluso mis padres no querían que fuera maestra, mi padre quería que fuera abogado como él, siempre decía que yo tenía muchas leyes a la hora de defenderme ante un regaño ja,ja,ja
A pesar de todos esos criterios, yo quería ser maestra, yo sentía desde lo más profundo de mi ser, que necesitaba estar en un aula, que necesitaba enseñar y educar a los niños y eso era lo único que me importaba. Así que escoger ser maestra fue de siempre mi única opción. Y que bueno que no me deje influenciar, porque uno siempre debe ser lo que traes dentro de ti por vocación.
Lo cierto y triste es que ser maestro en mi país, como en muchos, es una profesión muchas veces olvidada, mal remunerada, carente de recursos y muy demandante. Por eso cuando te decides por ella, es porque realmente la amas, porque rentable no es.
Hoy después de más de 27 años de carrera me siento satisfecha de haber hecho lo que quería, lo que amaba. Y hoy veo el ser maestro muy diferente a lo que hace muchos años atrás porque hoy me doy cuenta de lo mucho que he aprendido y lo mucho que mi vida ha cambiado gracias a ser maestra.
Siempre vemos al maestro como el que enseña, como el que trae consigo todo las respuestas, las verdades. Pero yo hoy me doy cuenta que realmente he sido yo la que he aprendido de mis alumnos y de sus padres.
He sido yo la que ha encontrado las respuestas ante tantos desafíos y he crecido como persona gracias a ser maestra.
Es imposible que pueda contar la cantidad de niños de todas las edades a los que he podido tocar sus vidas gracias a esta profesión. Es imposible que pueda mencionar la cantidad de momentos difíciles, tristes, complicados e inolvidables que he tenido a lo largo de mi carrera.
Y para mi satisfacción son innumerables los momentos hermosos, los recuerdos, las muestras de cariño y de agradecimiento que he podido vivir.
He cambiado el curso de la vida de muchos niños, he sido el ídolo de otros, el amor inalcanzable de algunos, la menos tolerante de unos pocos. . . pero de todos he sido su maestra. Y no hay nombre más hermoso para mi que ese, no hay ningún título que suene mejor a mis oídos que cuando me llaman maestra.
Siempre dije que quería ser una maestra que no pasará desapercibida por la vida de sus alumnos, una maestra respetada y recordada. No sé si con todos lo he logrado, pero con la mayoría si. No he sido la super maestra, ni la mejor, ni la perfecta. . . he sido la real, la que han podido sentir cerca, la que se ha puesto en sus zapatos y ha tratado de caminar su camino. La que no juzga, enseña. La que no critica, educa.
He tenido además la oportunidad de trabajar con muchos padres que de igual manera me han mostrado la verdadera cara de la vida, me han puesto a ver que muchas veces la vida para nada es como la estudiamos en los libros. La realidad de muchos en ocasiones dista bastante de los modelos convencionales de padres y de familia.
Con ellos he aprendido que la vida se mira desde el cristal que te toca y que quien quiera ayudar lo primero que no debe hacer es cuestionar ni criticar. He aprendido a respetar sus ideas y a ayudar desde su modelo de crianza.
Me han enseñado las miles de maneras en que cada uno ve la crianza y las miles de maneras en que han desafiado la vida por sacar adelante a sus hijos. He conocido a madres y padres realmente admirables y a los que les he ofrecido mis respetos por lo que hacen
Pero lo mejor de todo ha sido lo me han enseñado todos esos niños con los que he trabajado, porque son ellos realmente los que me enseñan y me perfeccionan.
Hoy tengo claro que hay que planificar y estudiar antes de pararse ante ellos, pero también tengo claro que hay que saber adaptarse a lo que ellos necesitan y dejar tu plan atrás hay que a reinventarse ante sus respuestas.
Hay muchos maestros para los que es muy fácil concluir que un niño no tiene capacidad de razonamiento, o que no comprende si ven que le cuesta apropiarse de un contenido. Ese es un camino fácil, pero cuando eres maestro desde las entrañas tú aprendes a enseñar desde el cerebro de quien te ve. Tu misión es buscar como llegar a ese niño, cómo hacer que haga suyo todo aquello que enseñas. Y, ¿cómo se hace eso? Primero sabiendo que todos los niños tienen capacidad de aprender, que todos razonan lo que lo hacen de manera diferente, lo hacen a su ritmo.
En esta profesión la clave no está en lo mucho que tú como maestra puedes saber, sino en lo mucho en que tú eres capaz de enseñar y de transmitir a tus alumnos. La clave está en que llegues a cada niño que tengas delante a pesar de que cada uno desde su perspectiva comprende de manera diferente. La llave de la enseñanza está en conectar con quien te escucha, en entrar en su alma…sólo desde ahí dentro podrás enseñar,educar y transformar a ese niño.
¿Qué no será fácil?… No, no lo será. Pero será maravilloso.
Un dia jugaba con una niña de dos años y poco más y estábamos usando un perrito de juguete que supuestamente estaba enfermo y que había que llevar al veterinario. El objetivo de la actividad era trabajar las emociones en los niños en este caso hacia ese perrito.
Ella era la veterinaria y yo comencé a imitar que hablaba como el perrito y me quejaba de dolor. . . La niña puso una expresión en su mirada de asombro y me miró a los ojos y dijo no quiero jugar. Para mi fue sorpresa porque a ella le gustaban los juegos de imitación y le pregunté “¿Por qué no quieres jugar?” y me dijo, “Maestra, los perritos no hablan. . . ¿no lo sabes?”
Supuestamente mi juego dramático había acabado, pero no, ahí comprendí una vez más que hay que enseñar desde el cerebro del niño, desde su razonamiento y adaptarse a él.
En otra ocasión estaba trabajando con una bebé y su mamá pero también estaba su hermanita de 4 años. La bebé solo quería hacer lo mismo que su hermana, ella estaba pintando y la bebé quería sus crayolas. . . en fin la tenía enfadada y entonces empujó a la pequeña.
Ahí por supuesto hay que intervenir y hacer la labor educativa que lleva…entonces mamá le dijo que no estaba bien que empujara a su hermana…y yo intervine y le dije, “Es que tú eres la hermana mayor y ella solo quiere hacer lo que tú haces, para ser igual a ti.” La niña sin dudarlo un minuto me miró y me dijo, “Eso es imitar a las personas.”
¡Qué lección! ¿Cómo no aprender de eso?
Si con sus limitadas palabras te dejan muchas veces sin respuestas. Si con su mirada te dejan claro aquello que sienten sin ningún tipo de dudas. Y está muy bien su razonamiento y lo tenemos que validar por supuesto.
De los niños he aprendido el valor de una sonrisa, la verdad sin límites, la transparencia.
He aprendido a no esperar siempre la misma respuesta ante una situación. He crecido en paciencia y tolerancia.
Con mis alumnos he aprendido el valor de la infancia, lo maravilloso que es cuidar ese niño que todos llevamos dentro, para ver la vida sin prejuicios. Para ir por el mundo sin estar todo el tiempo señalando con el dedo al otro. Para caminar por la vida admirando lo más simple que nos rodea. Para admirar las cosas más sencillas. Para reír sin sentido, para también tener lágrimas y derramarlas por los seres que amamos o ante lo que pueda parecer insignificante.
De los niños he aprendido que nada vale más que estar juntos. Que la sinceridad no es dañina si sale del corazón y que cuando se está triste solo hace falta un abrazo de quien te ama para recuperar la alegría.
Me han enseñado a escuchar, a observar, a soñar. . . me lo han enseñado todo y sobre todo me han enseñado a amar cada día más los he hago.
Hoy si me preguntan, si mi decisión de ser maestra fue acertada. . . diría sin dudarlo que sí.
Si me preguntan si es una profesión bien pagada. . . respondería que sí, porque aunque suene cursi, no hay dinero que compense todo lo que me ha dado esta carrera desde la generosidad hasta la empatía, yo estaré siempre en deuda con todos ellos por haberme dado tanto.
Gloria says
Que bonito mensaje Giselle! Felicidades por ser una excelente maestra. Te RECORDamos con mucho cariño y respeto 🤗
Giselle says
Muchísimas gracias Gloria, yo tambien los recuerdo con mucho cariño y agradezco mucho la oportunidad de haber formado parte de sus vidas.
Un abrazo desde el corazón,
Giselle