El dia de las madres. . . ¿cómo darle un dia a quien desde que trae a su hijo en el vientre deja de ser ella para vivir por otro? Es difícil y por eso lo más importante como hijos es amar y demostrar a nuestras madres nuestro amor todos los días.
La sociedad ha dedicado un día especial para homenajearlas en que solo se habla de eso: “El Día de las Madres” . . . pues aquí también seguiré la tradición. ¿Cómo no hablarle a las protagonistas de mi trabajo? A todas aquellas madres que siempre hacen y dan lo mejor de sí por sus hijos. A esas mujeres que me inspiran y las que siempre me enseñan de sacrificio y dedicación.
Este artículo es para ustedes y me atreveré a compartirle mi antes y mi después de ser madre.
Desde el día uno en que supe que tenía una vida dentro (y esto me pasó desde el embarazo de mi primer hijo de una manera mágica) mis días tuvieron un propósito diferente. Lo cierto es que la maternidad es una etapa increíble que vivimos las mujeres y que trae cambios importantes en nuestro cuerpo y en nuestra mente demostrado por la ciencia. Durante la maternidad vivimos una serie de emociones y sensaciones que a partir de ahí podemos decir que nos convertimos en otra mujer.
Mi vida antes de ser madre
Antes de ser mamá no solo pesaba muchas libras menos, sino
que mis prioridades eran los amigos, salir de fiesta, mi universidad y mis estudios. Siempre muy pendiente a mi cabello, cuidadosa del vestir, la combinación, la bolsas, mi maquillaje y qué decir de los tacones. Manejaba mi tiempo a mi antojo. Muchas veces ya sabía que haría el próximo viernes, o en dos semanas e incluso hacía planes para las vacaciones. Dormía a piernas sueltas y sin hora de despertar.
Tenía miles de metas, desde profesionales hasta las más insignificantes.
Pasaba horas conversando con mis amigas hablando del último chisme o del nuevo chico que habíamos conocido.
No tenía preocupaciones ni miedos.
Nada malo en eso, es la vida de jóvenes, de sueños y planes pero todo eso cambia. . .
Mi vida después de ser madre
La vida dio un giro de 180 grados. No solo enfrenté cambios físicos importantes como mi peso, la aparición de estrías y hasta medio punto más medía mi pie, sino tambien cambió mi forma de ver la vida.
Nunca más he dormido a piernas sueltas y mucho menos sin hora de despertar. Cambiaron mis prioridades: ya no me interesaba pasar tanto tiempo con mis amigos,
ni me ocupaba excesivamente de mi cabello. Pasaba dias sin maquillaje y los tacones fueron olvidados por mucho tiempo.
Ahora el tiempo apenas me alcanzaba, entre pañales y biberones. Usaba ropa muy cómoda y solo quería sentirme lo más confortable posible para lidiar con mi hijo.
Qué decir del tiempo. . . nunca más he sido dueña de mi tiempo y los planes. Son mis hijos los que me guían para hacerlo. Nunca más he pensado que hacer en vacaciones más que estar y disfrutar con mis hijos y mi familia aunque sea quedándome en casa.
Muchas han sido las fiestas que se han cancelado por un niño que no se siente bien a último minuto. . . ¿pero saben qué? Las he cancelado sin más preocupación que la que tengo porque mi hijo mejore.
El tiempo que dedicaba a las amigas era solo el que compartíamos con nuestros hijos y ya no me interesaban los chismes de antes.
Las preocupaciones y los miedos son parte inseparable de mi. Después de ser madre me he vuelto precavida y cuidadosa. Temo cualquier cosa que pueda suceder con mis hijos y me aseguro de que siempre estén seguros.
Aún cuando ya no son pequeños el trabajo no para. Ya quizás no hay temor a que se raspe las rodillas de una caída, o que se meta algo a la boca, o que se extravíe en el parque. . . ahora los temores y preocupaciones también son más grandes, pero de temas de jóvenes hablaré en próximos artículos.
En fin después de ser madre tuve otra vida totalmente nueva. Ocupada, llena de muchos temores pero con una recompensa inigualable: disfrutar a mis hijos a cada segundo.
Después de ser madre dejé de ser dueña de mi vida, deje de sentir el corazón dentro de mi cuerpo para sentirlo en estos dos hombrecitos que la vida me regaló. Nada es comparable con un beso, con un abrazo o una simple mirada de mis hijos.
Sus éxitos los celebro más que los míos, sus fracasos los sufro a cada segundo y veo la vida a través de sus ojos.
Cada paso que doy y cada meta que cumplo tiene un solo fin: el bienestar de mis dos amores.
Por eso hoy a pesar de sentir y sufrir el no tener a mi madre, celebro la vida de mis hijos, que sean mi orgullo, mi mejor obra y la misión más grande que tengo en esta tierra.
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