Aquí les dejo un post un poco atrasado porque ya hace unos días que estaba por terminarlo pero por razones de trabajo no había podido. Este post lo dedico a los maestros y a todos aquellos que en su labor diaria tienen la tarea de educar, orientar y ayudar ya sea a niños, jóvenes o padres.
Muchas veces las personas piensan que a los maestros nos es fácil y hasta nos acostumbramos a cambiar de grupo o a tener nuevos alumnos. Y realmente no es así. Los maestros también tenemos sentimientos de alegrías y tristezas hacia nuestros alumnos. Por ejemplo, sentimos cada meta que alguno de nuestros alumnos no alcanzó porque de alguna manera es un fracaso nuestro. Celebramos cada triunfo y progreso porque vemos ahí nuestro aporte y también sufrimos cuando los alumnos llegan a completar el ciclo en que hemos trabajado con ellos y se nos van.
En mi caso, he llorado muchísimas veces en la despedida de un alumno. He sentido nostalgia al no tenerlo ya como parte de mi trabajo, aunque me he sentido también satisfecha por su evolución. Tengo 27 años de carrera y no he dejado de sentir nostalgia por los alumnos que ya se fueron de mis manos desde hace muchos años y los que se van ahora… no hay forma de acostumbrarse porque tenemos sentimientos como todo el mundo.
Para mi es de gran satisfacción saber de mis alumnos siempre, saber de sus vidas y que me compartan los recuerdos que guardan de mi, pero siento tristeza por los años que se fueron y no volverán. Hace muy poco supe que una de las que fue mi alumna, ya hace algunos años, terminó su carrera universitaria y fue motivo de gran júbilo para mí porque sé que fui parte de su camino y esa es la manera en que los verdaderos maestros nos sentimos pagados.
No es para nadie un secreto que los maestros no tienen la misma relación con todos los alumnos, y eso nada tiene de malo ni sorprendente. Los maestros al igual que todas las personas establecen vínculos afectivos con específicos alumnos.
No se tiene la misma relación, por ejemplo, con todos los vecinos, o los primos e incluso los hijos. Cada relación que estableces tiene sus particularidades. Así también sucede con los maestros, como seres humanos que son también establecen relaciones cercanas con aquellas personas que más se compenetren con su personalidad, sus proyectos y su visión de la vida, o simplemente se acercan a aquellos alumnos que por razones a veces inexplicables en la vida les roban el corazón.
Estos vínculos afectivos que establecen los maestros con los alumnos nada tienen que ver con que sea el mejor alumno, el más inteligente, más responsable, etc. No, los vínculos vienen dados por la manera en que interactúan uno con el otro, por la manera en que transformas su vida y ese alumno también transforma la tuya. Por ejemplo, yo he tenido estrechos lazos con estudiantes que han tenido serios problemas de conducta. He tenido las mejores relaciones con alumnos que en un momento dado no me asimilaban como maestra y no seguían mis reglas. Pero en el camino pudo más mi labor y mi empeño y poco a poco se fueron acercando hasta llegar a quererme como jamás olvidaré. Tampoco un alumno recuerda a todos sus maestros, a veces olvida incluso al más reciente. No es sólo enseñar, es transmitir, es conectar con el niño y eso no todos lo hacen.
Lo que sí cada maestro debe saber es que si tiene 20 alumnos, tiene que dar lo mejor de sí a los 20 por igual. Y eso creo que ha sido para mi una premisa inviolable de mi trabajo. Además de que cada alumno te aporta algo diferente, te exige algo diferente y ahí está la labor de un buen maestro, en saber atenderlos a todos pero sin olvidar sus diferencias y saber atenderlas.
En mi caso, hace unos años me desempeño como educadora de niños y de sus padres. Es una labor muy, muy especial porque me da la posibilidad de trabajar con el niño y sus padres.
Por ejemplo, me da la oportunidad de trabajar con una madre desde que está embarazada y seguir con ella y con el bebé desde que nace hasta sus tres años. No es difícil imaginar que establezco una relación muy estrecha y especial con esos niños, a los que he visto nacer y crecer. Y muy especialmente con sus madres a las que me ha tocado verlas, tristes, enojadas, preocupadas. Con las que he sido psicóloga, maestra y hasta consejera. Esto hace que cuando el niño ya se va de mis manos también se va mamá, es una despedida doble. Y es difícil y triste pero se siente también satisfacción (en la mayoría de los casos) porque ves como no solo creció el niño sino también ayudaste a empoderar a su mamá. Es de gran satisfacción para mi que me tengan confianza, que acepten humildemente mis consejos pero sobre todo es muy reconfortante la relación de respeto y agradecimiento que logro tener con la mayoría de ellas.
Desde hace dos semanas he estado recibiendo mensajes, fotos y hasta videos de algunas de las madres de los niños con los que terminé que me han llegado al corazón… por ejemplo, uno de mis niños me cuenta su mami que cuando fue por él a la escuela solo decía que yo no estaba.. “mi maestra no estaba.” Otro pregunta por mí todos los días y hasta hay quien encuentra muy fea a quien será su maestra nueva ja, ja, ja.
Y es que los niños pequeños idolatran con facilidad. Sienten una cercanía y un cariño muy especial por quienes trabajan con ellos en sus edades tempranas. Ellos no pueden asimilar muy rápido el cambio y ya de eso hemos hablado. Pero para los maestros tambien es dificil, es triste porque se establece una relación casi familiar con los niños en sus primeros años. Ellos no te ven como una extraña, si los viste nacer y estás en su vida desde entonces. De igual forma pasa con sus madres cuando trabajas directamente con ellas.
A muchos de los niños los tuve en mis brazos a días de nacer, los vi dar sus primeros pasos, decir sus primeras palabras y hacer su primer berrinche. ¿Cómo va a ser algo fácil para mi este cambio? ¿Cómo no extrañarlos? Es imposible y es también imposible no extrañar a esa madres con las que trabajé, a las que también conozco muy bien, y que en su momento me confiaron muchas de sus preocupaciones y miedos. Claro que las extraño y que siempre guardaré conmigo las experiencias que vivimos. Porque ellas creerán que las enseñe pero realmente lo único que hice y es mi trabajo, fue orientarlas y dejarles ver sus fortalezas. Muchas de ella me han enseñado a mi y me han dado lecciones de vida, de amor, de superación. Y de cada una guardo experiencias que me ayudan a mejorar como profesional y como persona.
Para los maestros también son complicados los cambios, para los maestros también son momentos de tristeza por los alumnos que se van de tus manos y por supuesto para los maestros también quedan huellas imborrables de los niños y los padres.
Cuando pasan años y un alumno o sus padres te recuerdan, es que lo hiciste muy bien. Eso es un reconocimiento tan grande que no hay palabras. El secreto de lograr eso es solo uno… ser maestro.
Dedico este post a todos esos maestros que han pasado por mi vida y que hoy recuerdo como el primer dia.
“Honor a quien honor merece.”
Un saludo,
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